LA CALIDAD Y LAS REFORMAS ACADÉMICAS Y ADMINISTRATIVAS
EN LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS
Gonzalo Arango J., Presidente de la Federación Nacional de Profesores Universitarios. Presentación hecha en la Audiencia Pública realizada en el Senado el día 3 de abril, "Por la defensa de la calidad en la Universidad pública"
En buena hora el Senado de la República ha dispuesto este espacio para la discusión de un tema de suma trascendencia, no sólo para quienes desde la comunidad académica nos ocupamos en las universidades públicas de los quehaceres cotidianos de docencia, investigación y extensión, y para aquellos que reciben su formación universitaria en sus recintos, sino para el conjunto de la población del país. Sin duda alguna, la universidad pública es un importante patrimonio cultural de la nación y una herramienta indispensable e insustituible en el apalancamiento del desarrollo económico y social que tanto requiere nuestra patria.
Con el advenimiento de la doctrina neoliberal a nuestro país, de la mano del "bienvenidos a futuro" erigido como eslogan de su implementación por el gobierno de la época, en los albores del último decenio del siglo pasado, se impusieron todo tipo de transformaciones; desde aquellas contenidas en la Constitución de 1991, que sentaron las bases para que se desatara una oleada de reformas en todos los ordenes al sistema legal vigente, hasta las plasmadas en la Ley 30 de 1992, con las cuales se dio inicio a un proceso de mutación de la Educación Superior en Colombia con el propósito de adecuarla a los requerimientos del modelo económico.
Desde aquella época, en los pocos más de tres lustros transcurridos, todos los gobiernos, empezando con el de Gaviria, siguiendo con los de Samper y Pastrana, y cerrando con el primero y el actual de Álvaro Uribe Vélez, la política en esta materia ha sido consistente, consecuente y coherente con los dictados de los organismos multilaterales de crédito, especialmente del Banco Mundial. Cada uno, en su gobierno, hizo y está haciendo los énfasis requeridos de acuerdo con los ajustes necesarios a la política y a los tropiezos que la aplicación de ésta hubiesen encontrado por la movilización de la comunidad académica y universitaria, todo ello soportado en las recomendaciones de estudios y procesos de un denominada "socialización" llevados a cabo para validarlas, tales como la denominada "Misión Nacional para la Modernización de la Universidad Pública", entregado en marzo de 1995, o el proceso de "Movilización Social por la Educación Superior", cuyas conclusiones fueron recogidas en el documento "Bases para una Política de Estado en Materia de educación Superior", publicado por el ICFES en el mes de marzo de 2001.
El Plan Nacional de Desarrollo en vigencia, discutido y aprobado en medio de la más formidable movilización de la comunidad universitaria de los últimos 30 años en contra de las disposiciones lesivas a los intereses educativos del pueblo y la nación contenidas en él, avanza en su articulado por el camino de la privatización de las universidades públicas, de la pérdida de su autonomía académica y administrativa, de su sometimiento a los designios del "mercado laboral" y de su paulatina pero inexorable degradación académica como consecuencia de la serie de factores que la aprisionan y de las amenazas que la asedian.
La inminencia de la adecuación de la Educación Superior en Colombia a los requerimientos de la política de globalización, hoy expresada en el TLC con los Estados Unidos que le coloca plazos perentorios, tiene sumido al conjunto de universidades públicas de nuestro país en una avalancha de reformas, acicateadas por un diverso conjunto de presiones: la normatividad en materia de obtención de los registros calificados para los programas; la persecución de indicadores de desempeño que les garanticen el acceso a la obtención de la "acreditación por excelencia" y la consecución de mayores tajadas en la distribución de los recursos provenientes del artículo 87 de la Ley 30; la estandarización de sus programas con los patrones norteamericanos para hacerlos más competitivos y transables en el mercado internacional; el cumplimiento de las metas impuestas por la política de ampliación de cobertura; el acondicionamiento de los contenidos a los perfiles de los ECAES; los ajustes a la precariedad de sus recursos financieros; el sometimiento a las políticas de promoción de la formación de niveles técnico y tecnológico espoleados desde el gobierno nacional con la orientación de los créditos educativos y el otorgamiento de estímulos económicos a las universidades que opten por ello; la consecución de recursos propios mediante la venta de servicios a través de "programas de operación comercial", ante la cada vez menor participación porcentual de los recursos del presupuesto estatal en el presupuesto de las universidades; hasta las decisiones de los "acuerdos de acreedores", como en el caso de la Universidad del Atlántico, estrangulada financieramente y muchas más que nos haríamos terminables en enumerar.
Estatutos generales, estatutos docentes, reglamentos estudiantiles, currícula, programas de las asignaturas, entre otros, son objeto de modificaciones, bien sea mediante procesos de choque o bien de reformas incrementales, de acuerdo con las circunstancias específicas de cada universidad, pero todas apuntando hacia el mismo propósito. Todo ello, claro está, justificado en invocaciones altisonantes acerca de la flexibilidad, la modernización, la racionalidad, la pertinencia, la eficiencia, la equidad y hasta la calidad.
El aumento desbordado de la oferta de cupos, persiguiendo indicadores de cobertura sin la asignación de recursos para atender las necesidades incrementales han llevado a las universidades a reformar lo relacionado con las modalidades de contratación de docentes para abrirle paso a una creciente vinculación de profesores con contratación temporal cuya remuneración es a destajo y la asignación de labor académica, para obtener estipendios aceptables, es a todas luces exagerada y abrumadora. ¿Podrá una universidad alcanzar los niveles de excelencia que le permitan hacer los aportes que el país y la nación requieren cuando cerca el 75 % de sus docentes padecen este tipo de contratación?
Ligado a lo anterior en muchas universidades del país se han reformado los estatutos docentes para incrementar, dentro de la asignación de la labor académica, el número de horas aula atendidas por los docentes, llegando a niveles de entre 20 y 30 horas semanales. ¿Cuál será la calidad de la docencia impartida por profesores que no disponen de los tiempos indispensables para preparación de clases, atención de estudiantes, calificación de pruebas de evaluación, además de las imprescindibles actividades de capacitación y actualización?
Pero ese aumento desbordado de cupos ha llevado también a la insuficiencia de infraestructura tecnológica y de instalaciones que hace de las prácticas de laboratorio y de taller una caricatura. En la universidad donde laboro, grupos de cuatro estudiantes se agolpan en torno a una máquina herramienta para turnarse en su operación de a uno en uno mientras los demás observan. Igual ocurre en salas de cómputo, etc. ¿Podrán obtenerse niveles excelentes de formación cuando en las prácticas el hacer se reemplaza por el mirar?
Mención especial ameritan las reformas a los reglamentos estudiantiles, donde la necesidad de retener estudiantes para obtener indicadores favorables en cobertura ha conducido a la flexibilización de los reglamentos en materia académica que rayan con el relajamiento total y nos muestran un panorama cercano al de la fatídica "promoción automática". La eliminación de prerrequisitos, la realización indefinida de las llamadas pruebas de suficiencia para aprobar una asignatura van configurando un entorno de mediocridad que repugna. Ni que decir de aquellos programas de "jornadas especiales", que operan como "operaciones comerciales" donde el mantenimiento del "punto de equilibrio económico", para garantizar la autofinanciación del programa se convierte en objetivo.
Podríamos afirmar que la mayoría de universidades públicas del país se precipitan hacia el deplorable modelo coloquialmente denominado de la "universidad de garaje".
En materia de investigación, mediante la reforma de los reglamentos o estatutos de investigación el llamado "modelo pragmático" se impone. El investigador debe tornarse en gestor de los recursos para poder adelantarla y se privilegia la investigación contratada. Se busca que los investigadores de alto nivel se vinculen a los circuitos de investigación internacional y se pongan al servicio de proyectos de interés para las empresas trasnacionales o para agencias internacionales. Igual ocurre con la extensión, la intervención de la universidad en la comunidad no está mediada por el interés académico sino por el aprovechamiento de recursos económicos. Un buen número de estas intervenciones obedecen al desarrollo de convenios interinstitucionales con entidades estatales de nivel municipal, departamental o nacional, en actividades rutinarias.
Es esa la universidad que el modelo de desarrollo acogido reclama. Una educación de "tercer nivel", para una sociedad que no es competitiva en el mercado del conocimiento. Una educación acorde con un país que no figura, en el contexto internacional ni siquiera en la categoría de los adaptadores de tecnología y por lo tanto su destino es el ser consumidor de tecnología y aplicador de conocimiento. Un modelo que nos condena a unas condiciones, no sólo de estancamiento, sino de retroceso insospechado
Así las cosas entonces ¿en que queda el discurso de la calidad, perorado por los gobiernos y las administraciones universitarias? La verdad es que el criterio de calidad que se establece como uno de los pilares de la política educativa desde la expedición de la Ley 30 de 1992, hace referencia al cumplimiento de ciertos estándares establecidos externamente, califica el cumplimiento de las políticas estatales y se formula como instrumento para la regulación del mercado en un contexto de oferta privatizada de educación superior, por parte de establecimientos privados y estatales.
Las reformas académicas y administrativas en marcha en las universidades públicas del país atentan contra la posibilidad de su fortalecimiento académico. Es más aceleran su marcha hacia el abismo. La alharaca armada alrededor de la proliferación de grupos de investigación inscritos en COLCIENCIAS, de los Exámenes de Calidad de la Educación Superior -ECAES- y de la "Acreditación Institucional por Excelencia", tienden una densa cortina de humo frente a la deplorable realidad que cobija los claustros universitarios. Es menester que el país entero tome cuenta de ello y enfrentemos, con la resistencia civil y con decisión, este otro despojo del que somos víctimas.
DEFENDER A CAPA Y ESPADA LA EDUCACIÓN PÚBLICA SUPERIOR
Sin una educación de alta calidad no es posible el progreso de Colombia
Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en la audiencia pública “Por la defensa de la calidad en la universidad pública”, Recinto del Senado, 3 de abril de 2008
Mis saludos a todos ustedes y a quienes nos escuchan. Empiezo contándoles que hay 17 universidades públicas donde profesores y estudiantes están atentos a esta audiencia. Mis saludos a todos ellos y mis mejores deseos.
Voy a hacer una intervención sobre el impacto de la globalización en la educación pública colombiana. Pero antes de entrar en materia, quiero dar una buena nueva. Ayer el ministro de Agricultura tuvo que anunciar que revocaba la decisión de entregarle a un magnate las tierras de los desplazados de Carimagua. (Se oyen aplausos). Si este no fuera el país que nos han impuesto debería haber renunciado, porque o no tuvo la razón hace tres semanas cuando dijo que entregar así esas tierras era una maravilla, o no la tiene ahora cuando decide cambiar la orientación. Pero como en Colombia estamos, es probable que le den la Cruz de Boyacá.
Con el solo conocimiento no basta
Mencionemos muy brevemente una serie de criterios. Primera idea, la importancia del conocimiento. Sin conocimiento no hay progreso social de ningún tipo, no de ahora sino desde siempre. Sin el conocimiento no avanzan las ciencias naturales, nada avanza. Hay una frase sobre la que me gusta insistir, según la cual la tecnología es en buena medida la madre de todos los avances y la expresión material del conocimiento, la forma que toma el conocimiento. Y si el conocimiento es fundamental en las ciencias que llamamos naturales, en las ciencias sociales ni se diga. Casi podría uno decir que las ciencias sociales son conocimiento puro, la antropología, la filosofía, la literatura, etc. Luego enfaticemos en la idea: sin conocimiento no hay nada.
Segunda idea, que es la otra cara de la moneda: Con solo conocimiento tampoco avanzan los pueblos. El conocimiento es una condición necesaria pero no suficiente del desarrollo. De ahí que faltan a la verdad los neoliberales cuando se dedican a hablar de conocimiento y educación solo para hacer demagogia. Ocultan que yo puedo, por ejemplo, saber demasiado de agricultura, pero si los gobiernos me importan productos subsidiados, me destruyen mi agricultura. Un país puede saber mucho de medicina, pero si los hospitales no están abiertos a los habitantes, la gente se muere de cualquier enfermedad. Y sabemos que en el país hay millones de profesionales, especialistas en los más diversos asuntos del conocimiento, trabajando en lo que no es. El caso clásico es el de los taxistas, y lo digo con todo el respeto por esa profesión, que son sicólogos, filósofos, agrónomos. Luego es claro que con el solo conocimiento no basta. El desarrollo exige un progreso de tipo integral cuyo pilar sea el conocimiento, pero sin dejar de lado otros muchos elementos, también parte constitutiva del impulso al conocimiento.
Paso a mencionar otro aspecto, tan elemental que suena como a bobería. La educación es una manera de desarrollar el conocimiento, pero solo si hablamos de educación de alta calidad. Porque si no, se trataría en cierto sentido de una estafa. Lo que desarrolla a un país es que tenga muchos ingenieros, pero si son buenos ingenieros, es decir, si los títulos no son una especie de falsificación en documento público en el que se certifica que la persona sabe lo que no sabe. Este se nos vuelve entonces un asunto crucial, porque nos lo han intentado escamotear. El doctor Uribe habla todo el día del número de estudiantes que hay en Colombia, pero oculta la discusión sobre cuál es la calidad de la educación que se les está impartiendo a los jóvenes.
Relación estrecha entre el aparato educativo y el aparato productivo
Entre el aparato educativo y el aparato productivo se da de manera inexorable una estrecha relación. No es posible separar una cosa de la otra, porque no opera. Pongo un ejemplo sencillo: en una sociedad de cazadores y recolectores, por ejemplo, la de los nukak-makú, y lo digo también con todo el respeto por esos compatriotas, es una necedad establecer un laboratorio de física cuántica o de energía nuclear o de altos niveles de medicina, porque esa sociedad no lo requiere. Entender la relación entre aparato productivo y aparato educativo se nos vuelve fundamental, porque el tipo de educación que una clase dirigente instituye en una determinada sociedad es la que, a juicio de esa clase, se corresponde con las necesidades de dicha sociedad. Y esto me va llevando al punto en que pregunto cuál es el tipo de educación que quienes mandan en Colombia quieren establecer en Colombia en la época de la globalización, no en otra distinta, y cuál fue el tipo de educación o las instituciones superiores públicas que se establecieron cuando en el país había un pensamiento distinto entre las clases dirigentes con respecto al país que se quería.
Miremos brevemente qué está dispuesto para Colombia en la división del trabajo de la globalización neoliberal, qué disponen los planes del FMI sobre qué debe hacer Colombia en este mundo. Es un papel que los imperios les imponen a los países, no de ahora sino desde siempre. España les reservó a sus colonias en América un determinado papel que era el que a ella le convenía. En la globalización neoliberal, a algunos países de Asia, subdesarrollados inicialmente, se les pudo haber dispuesto desarrollar las manufacturas, y ese fue su papel. Pero a Colombia, a estas alturas, después de 17 años de globalización, ya puede uno saber a ciencia cierta qué es lo que le depara la globalización, particularmente con el Tratado de Libre Comercio.
Lo que depara a Colombia la actual división de trabajo
Primero. Especializarse en producir materias primas agrícolas y mineras para la exportación. ¿Qué es una materia prima? Un bien que se exporta con muy poca o ninguna transformación, con poco valor agregado y cuya producción exige poco desarrollo científico local. Ustedes entran a una gran mina de carbón y allí toda la tecnología es importada. El carbón se exporta como materia prima y el conocimiento nacional contribuye a ese desarrollo con muy poco o con nada, bueno, distinto del esfuerzo de los trabajadores.
Segundo. Especialización en maquilas. Lo poco que se hace de industria es en maquiladoras, por definición una industria de baja tecnología y que exige niveles no muy avanzados de especialización del conocimiento y de la mano de obra. Luego estamos hablando de un aparato productivo atrasado por definición y al que le corresponde un aparato educativo igualmente atrasado, que no intenta competir en el mundo con el conocimiento de punta y la gran tecnología, sino que es subsidiario, tributario de las transformaciones que se hacen en otras latitudes. Y lo poco que se deje para producir aquí para el mercado interno se lo toman las trasnacionales que, como es sabido, desarrollan la ciencia y la tecnología donde tienen sus casas matrices. Esta es una característica de la producción trasnacional en la división del trabajo. Aquí de pronto hay una ensambladora de automóviles, pero las partes complejas de la producción nos vienen como CKD, importadas de otras latitudes donde se han establecido avanzados niveles de producción.
El pensamiento único del FMI
Y en lo que tiene que ver con las ciencias sociales, ni se diga. Lo que allí predomina es la idea del pensamiento único, un pensamiento que se define en las metrópolis para la economía, el derecho, la filosofía, y se manda encapsulado para que nuestros estudiantes y profesores lo reproduzcan con toda mansedumbre, un conocimiento al que se le arrebata el fundamento científico y queda convertido en ideología barata, en instrumento de dominación y en herramienta para justificar una globalización inicua como la que se está estableciendo.
Luego podemos afirmar que el tipo de desarrollo que nos impone la globalización es un desarrollo de pacotilla. Se trata de hacer de Colombia un país de pacotilla, un país de quinta categoría. ¿Y esto cómo ensambla con el aparato educativo? Pues debe ser también un aparato educativo de quinta categoría, porque si no vamos a construir un país que valga la pena, para qué introducir un desarrollo que valga la pena. Se trata de implantar una educación pobre para un país pobre, tomado en su conjunto. Y en el caso de los individuos, una educación pobre para los pobres. Recordemos que la globalización incluye profundizar la desigualdad entre los países y de los individuos dentro los países. El aparato educativo que se termina configurando es exactamente eso.
Lo que dijo un rector de la Universidad Nacional
No sorprende por eso que la reforma académica que se empezó a impulsar en la Universidad Nacional de Colombia desde el gobierno del doctor Álvaro Uribe Vélez haya quedado resumida en una frase que he repetido mucho, una frase expresada por el rector de esos días, un académico sin duda de trayectoria: “Quizás estamos ‘enseñando demasiado’” Eso fue que lo dijo, no se le salió sin querer, lo escribió en un libro. “Quizás estamos ‘enseñando demasiado’ –y agregó–, entregando profesionales que superan los requerimientos del mercado”. Es la frase exacta. Esto, que parece absurdo y que cuando yo lo leí no logré comprenderlo, después descubrí que tenía toda la lógica. Hay que hacer una educación más mala, más recortada, con menos posibilidades, y lo he ilustrado muchas veces con este ejemplo: si no vamos a tener cultivos transitorios de trigo, maíz, cebada, porque se van a importar esos productos, para qué tantos años en una facultad de agronomía. Otra manera de ilustrarlo: si nuestros ingenieros electrónicos no van a trabajar en plantas de alta tecnología, sino que habrán de limitarse a vender tarjetas de celulares en los semáforos, para qué darles una educación de calidad. Y si nuestros economistas no van a desarrollar la ciencia económica, sino que van a ser simples repetidores del pensamiento único del FMI, pues tampoco se necesita una educación de alta calidad.
Se renunció expresamente a cualquier proyecto de modernidad
Lo que estamos presenciando es una renuncia expresa a cualquier pensamiento modernizante o a cualquier proyecto de modernidad. Y esa la contradicción de la universidad pública de hoy con la de antes y es por eso que la están deteriorando. La universidad pública se funda en la época en que hubo en Colombia un sueño modernizante, así fuera muy mediocre, pero lo hubo, al fin y al cabo. Colombia se debía parecer a los países desarrollados del mundo, decían las elites nacionales. La educación superior en Colombia debía parecerse a la de Alemania, a la de Estados Unidos. ¡El modelo neoliberal renuncia expresamente a ese sueño! Les parece que lo que se tiene es demasiado bueno, entre comillas, y que si se deteriora, no pasa absolutamente nada. Es tan expresa la renuncia del país a la modernidad que se ha abdicado de manera expresa a la soberanía nacional, el primer elemento de la modernidad. Hablar de modernidad sin soberanía nacional es un despropósito que no resiste el menor análisis. Y la globalización borra cualquier asomo de soberanía.
En concreto, globalización quiere decir privatización de la educación pública de todos los niveles y particularmente de la educación superior. Privatización significa que el Estado abandona en proporciones inmensas a los pobres y a las capas medias. Los abandona de distintas maneras: bajando la cobertura de la educación pública, pues hoy la mitad de la educación superior es privada y un 30% de la educación media, es decir, hay un abandono de la responsabilidad del Estado de educar a la gente. Se incrementan los costos de las matrículas, una manera de sacar de en medio a la gente y de financiar mal la universidad. Y se deteriora la calidad por todas las vías: mala financiación, deterioro de las condiciones laborales de los profesores, aumento de los catedráticos y disminución de los docentes de tiempo completo y toda una serie de prácticas que a lo que finalmente conducen es a menoscabar la calidad de la educación pública.
La educación como mercancía
¿Y qué sucede con la educación privada, a la que le están dando unas responsabilidades desproporcionadas? La educación privada funciona con la lógica de que es mercancía. Y de la misma manera que hay mercancías de alta calidad, las hay de muy mala calidad. Suelo poner el siguiente ejemplo: en el mundo se consiguen almuerzos superlativos de cien y ciento cincuenta dólares, pero también almuerzos de mil pesos, los dos, se supone, con la función de alimentar, pero de qué manera se marcan las diferencias. Lo mismo nos sucede con la universidad privada. Uno puede encontrar, dependiendo del precio que se pague, niveles relativamente altos o muy altos, pero también auténticos garajes para instalar muchachos y echarles el cuento de que los están educando bien. Esto como algo inevitable en este tipo de instituciones, porque la calidad depende del costo de la matrícula y la matrícula tiene que ser relativamente baja o muy baja porque los pobres y las capas medias no pueden pagar más. Entonces se vuelve consustancial el deterioro de la calidad.
Hay que defender a capa y espada la educación pública y particularmente la superior. No es posible resolver los problemas nacionales sin una educación de alta calidad. Y esa educación solo puede ser dada, en las condiciones de Colombia, por una educación pública, universal, que cubra a todos los habitantes sin excepción, y además gratuita, y cuando digo gratuita, es absolutamente gratuita. Estos no son inventos del Polo Democrático Alternativo, como tampoco el reclamo de que debe ser financiada adecuadamente por el Estado para que pueda ser de alta calidad. Así es en Francia, para poner un solo ejemplo. Esto no es ni siquiera socialismo. En Francia hay una educación universal de altísima calidad, gratuita, pagada por el Estado. Es un logro ya inventado, no nos pueden pedir que inventemos la bicicleta. Es el proyecto que hay que defender. Que es difícil de ganar, lo reconozco, como será también difícil sacar este país adelante.
Concluyo invitándolos a todos ustedes y en todos los sitios de Colombia, profesores, estudiantes y colombianos todos, a que entendamos que sin educación de alta calidad Colombia no podrá salir adelante, pero que se necesitan otras cosas. Y que esa educación de alta calidad debe ser una educación garantizada por el Estado a todos los habitantes del país. Pero que para conquistar este derecho, frente al proyecto retardatario de la globalización y de quienes lo agencian en Colombia, como el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, nos toca movilizarnos, civilizada y democráticamente, pero movilizarnos, en la lucha social para cambiar profundamente a Colombia.
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